Comprar ESCUELA DE DRAGONES EL DESPERTAR DEL DRAGON DE TIERRA TRACEY WEST Y GR
Género: CUENTO
¿TE APUNTAS A LA ESCUELA DE DRAGONES?
Drake nunca pensó que los dragones fueran reales, pero pronto descubre que existen de verdad y él ha sido elegido junto con otros tres niños (Ana, Rori y Bo) para entrenarlos.
¿Podrá Drake conectar con su nuevo amigo? ¿Tendrá lo que hace falta para convertirse en un auténtico maestro de dragones?
Lee un fragmento
Escuela de dragones
Tracey West
Fragmento
Drake no vio cómo se acercaba el soldado del rey. Estaba ocupado en la plantación de cebollas. Arrancó una cebolla blanca y grande. Una lombriz se arrastraba por encima. A Drake no le importó mucho la lombriz. Era el hijo de un granjero. Su familia cultivaba cebollas en el Reino del Helecho desde siempre. Se pasaría la vida arrancando cebollas, quisiera o no.
Drake cogió la lombriz.
—Hola, bichito —dijo. Y luego volvió a dejar a la lombriz en la tierra.
—¿Eres Drake? —oyó que preguntaba un vozarrón a su espalda.
Drake dio un brinco y se giró. Era uno de los soldados del rey, e iba a lomos de un caballo negro. Tenía una barba rubia. En la camisa llevaba un dragón de oro bordado: el símbolo del rey Roland el Intrépido.
—Sí, soy Drake —contestó el niño con voz temblorosa.
Los soldados no iban nunca a los campos. A menos que algún granjero se hubiera metido en un lío.
El soldado se acercó a Drake. Alargó el brazo para coger al chico y subirlo al caballo.
—Oiga, ¿qué está haciendo? —gritó Drake.
El soldado no contestó. La madre de Drake salió corriendo de la cabaña.
—¡Espere! ¿Adónde se lleva a mi chico? —gritó.
—A ver al rey Roland —dijo el soldado.
A Drake le dio un vuelco el corazón. Siempre había querido conocer al rey.
—¡Pero si solo tiene ocho años! —gritó su madre, que se fue directa al caballo.
—El rey lo ha escogido —dijo el soldado.
«¿Para qué me habrá escogido?», se preguntó Drake, pero sabía que a un soldado no se le hacen preguntas. Los campesinos como él solo podían hablar si alguien les hacía una pregunta.
—El rey lo cuidará bien —añadió el soldado.
Entonces, espoleó al caballo y partió a toda velocidad.
—Drake, ¡haz lo que te diga el rey! —le ordenó su madre.
Drake nunca había montado a caballo y se sujetaba con fuerza. El corazón le latía muy rápido mientras recorrían la aldea. Cruzaron un puente de piedra y, al final, se detuvieron delante del castillo del rey Roland.
El soldado ayudó a Drake a bajar del caballo. Abrió la puerta del castillo y le dio un empujón. Pasaron frente a cuadros y estatuas y gente que llevaba ropa muy elegante. El soldado daba zancadas detrás del chiquillo mientras recorrían los pasillos. Drake quería mirarlo todo, pero el soldado le daba un empujón cada vez que se distraía.
Entonces llegaron hasta unas escaleras. Bajaron más… y más… y más. El soldado se detuvo frente a una puerta.
—¿Adónde vamos? —preguntó Drake al final.
—No vamos a ningún sitio —le respondió el soldado—. Buena suerte. —Y entonces echó a correr escaleras arriba.
—¡Oiga! ¿A qué se refiere? —gritó Drake, pero ya estaba solo.
Examinó el gran portón de piedra. Le entró miedo y, también, mucha curiosidad.
Abrió la puerta y vio…
¡… la cara de un dragón rojo gigante!
Drake parpadeó varias veces. No se lo podía creer. Y entonces… ¡Fuuu! ¡El dragón escupió una gran bola de fuego!
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